sábado, 9 de enero de 2010

El juego (II)



Se sentía cómodo a su lado.

Era sumemente inteligente, con ese punto malvado a la vez que bondadoso, podía resultar pícara a la vez que púdica y era astuta, muy astuta..., pero no tanto como él.

Y mientras la dejaba volar en su nube de sueños, de eternas fantasías, de inalcanzables placeres, inumerables guerras y de fuerza incierta, era él quien marcaba el compás de los hilos sin que ella ni tan siquiera se percatase.

Nunca le haría daño, intentaba protegerla y hacer que se sintiese bien consigo misma y con el mundo. Y él actuaba a modo de espejo, quería enseñarle el poder que pueden llegar a tener algunas mentes, pero para ello debía conocerse así misma y controlar sus impulsos.

Jamás la había engañado, ni mentido, siempre había sido certero y directo, sólo entretenía a sus ojos y oídos con lo que ella creía ver u oír.

continuará...

Las almas más grandes son tan capaces de los mayores vicios como de las mayores virtudes(Descartes)
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