jueves, 10 de diciembre de 2009

Mala aprendiza



No hay oquedad en tus palabras,

ni confusión en tus frases.

Son mis sentidos los que se ofuscan

haciendo nudos en las letras,

privando a la mente

la oportunidad de aprender.

Soy obcecada,

soy egoísta,

complicada,

extraña y difícil.

No sé tener dos manos diestras,

ni soñar sin estar dormida,

ni dormir sin poder volar,

ni volar sin alas,

pero no soy ave, ni soy ángel...,

¿murciélago?, quizá.

Soy atrevida sin ser valiente,

soy valiente cuando puedo escapar,

escapo para perderme,

me pierdo para ser libre,

soy libre para soñar

y si sueño es que estoy dormida

y si duermo enredo las letras

y cuando enredo las letras no puedo pensar.

No, no soy buena aprendiza

...

viernes, 4 de diciembre de 2009

Porque me apetece...

Voy a perderme entre frases ¿inconexas?.

Estrambótico cuento

Hoy quiero jugar a dragones y princesas.

Me pondré melodramática diciendo,

que de los monstruos que he visto...,

¡oh!!!, si ninguno tiene alas,

si es que me llegan todos,

tan sólo con escamas.

¡Claro! que..., si pensamos en la primogénita

mírame-nometoques por si se me rompe la corona,

dan ganas de proporcionarle al "cola de serpiente"

una buena dosis de polvos de pimienta e incitarle al estornudo.

Después es tan sólo puntería o suerte,

llámese como lo desee la gente,

y a ver si deja a la heredera...

con corona sí,

pero ¡bien morena!.

No, no me he olvidado del príncipe

ni de su espada

con empuñadura-adornada,

¡tanta! malla, chaleco

y faldita a juego...

¡Ohh!!, si parece un querubín,

de esos que hinchan los carrillos

en los cuadros de Murillo,

pero éste, tampoco tiene alas,

así que de momento

tendré que darle cancha.

y aquí se termina la historia de dragones,

príncipes y princesas,

y mi locura puntual e inconexa.

...

martes, 1 de diciembre de 2009

y ella... contaba tréboles



Su cuerpo tembló, la voz flaqueó en un intento imposible al querer llamarle.

Sintió un dolor agudo en el pecho, una mezcla extraña de desesperación y placer al constatar que le amaba.

¡claro! que..., también podía perderle.

Así que intentó por todos los medios recuperar su olvidada indiferencia, esa barrera , esa fuerza, ese yelmo que hacía que se creyese protegida y ajena al dolor.

Pero en su habitación a solas y sin luz alguna, cuando inclinaba la cabeza sobre su almohada para entregarse al sueño, continuaba pronunciando aquel nombre en silencio.

La gran coraza que se había impuesto no hacía otra cosa, más que oprimir su corazón, su alma, su yo, su ser, su cuerpo..., mientras la minaba, la destrozaba por dentro.

Y de pronto saltó la barrera entre la existencia real y el mundo onírico y volvió a ser la niña pequeña que buscaba tréboles , y él la observaba, miraba desde su espacio intemporal y absurdo intentando alcanzarla.

Ya estaba preparado para contarle sus secretos, para compartir con ella su don, su poder, su magia, la enseñaría a jugar con las dimensiones, a viajar por el tiempo y el espacio...

Y ella enseñaría al hombre mágico a contar las hojas de los tréboles.

...