Le gustaba caminar despacio, muy despacio..., dejándose acariciar los pies descalzos por la cálida madera de su cuarto mientras medía sus lentos pasos.
Estaba intranquilo y nervioso, si todo salía según lo planeado hoy terminaría su dolor y la necesidad incontrolable que le embargaba.
Volvería a reencontrarse con ella y esta vez sí la iba a despertar. Era incapaz de dominar, de controlar su deseo.
Cerró los ojos y se dijo que ya era hora.
Haría su último viaje a una especie de universo paralelo, a un lugar mágico y conocido para él, aunque ignorado para el resto del mundo, su espacio intemporal, extraño y único.
Él tenía su don, su poder, su regalo como le gustaba llamarlo y aún disponía de fuerza suficiente para hacerlo de nuevo, una vez más, una más..., un último viaje y ésta vez sería el definitivo, de lo contrario se abandonaría para dejarse morir.
Se quedaría con
ella, la había encontrado y hacía mucho tiempo que su búsqueda estaba conclusa, sabía que
ella le esperaba, sabía que era
ella a quien había buscado toda la vida, sabía que
ella le entendería y compartiría con
ella su magia, su secreto, su don...
¡¡¡Cómo la amo!!!
Concentrado llamó a su poder, conocía el dolor tan inmenso que ésto producía en su cuerpo, en su mente y en su alma.
Se sentía morir o volver a nacer, en ese estado extremo del sufrir.
Ahora era incapaz de ver, ya no podía oír, sus sentidos comenzaban a atrofiarse, dejando como sombra un padecer que sobrepasaba los límites de lo inimaginable.
Se había desprendido del cuerpo. El viaje había comenzado...
...