Profundo placer,
cuando grito tu nombre en silencio
y mis palabras te encuentran.
Extraño sortilegio,
el que se ha apoderado
de todos mis sentidos
y los domina a su antojo.
Inconfesable amor,
el que gritan tus ojos
cuando sé, que me buscan.
Inagotable fuente psicoléptica,
capaz de calmar los
dolores y las iras del alma.
Y luego voy y me pregunto,
¿quién lleva la batuta
y marca las pautas?,
pero..., la respuesta obvia.
...
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