jueves, 17 de diciembre de 2020

PANDEMIA




Empiezo a estar ya cansada de contar las horas sin sentir los días.

Tengo miedo a una muerte pronta, a una parca que me aparca en casa y me obliga a mirar la vida desde la ventana, sin volver a oler el sudor de aquel tipo del metro que tanto repudie en su momento.

Echo en falta limpiar la saliva depositada en las mejillas por besos calientes y pastosos que me impregnaban la cara para provocar una ira contenida.

Jamas me he quitado de la cabeza las imagenes de ancianos, y NO tan ancianos reptando por los pasillos del hospital en medicina interna, aferrandose a una cura para sus males.

Todos queremos seguir viviendo..., pero todos somos demasiados.

Vuelvo a mi ventana intentando evitar el sonido sepulcral  de la nada. Ahora sólo escucho pàjaros con un graznido curioso y localizo gatos hambrientos buscando el "despojo" humano.

Jamás pensé en la necesidad del ruido con palabras huecas, ni en la desesperada búsqueda de la algarabía infantil que tanto me molestaba.

La naturaleza no hace pactos ni actúa de forma irreflexiva. Nos ha vomitado encima, nuestra propia bilis para una autocontención forzosa y mermar el afan destructivo.

Ana María Plàdena.

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