Dices que la templanza es mi
signo y he forjado una espada junto a mi alma.
Que mi mirada serena tiene como destino escarbar en tu cabeza para torturarte con deseos vehementes.
Que soy cruel contigo, que causo desazón en tus sentidos, incluso dices que he hechizado tu
espíritu con agujas de hielo.
Dices, dices y dices….
Lo que tú no sabes es que he visto acercarse sombras cuando he tornado mis ojos ciegos
Lo que tú no sabes es que cuando el valor arde en mi pecho y suspira sin aliento, mi mente no conoce credo si el amor no viste duelo.
Hablas de dolor y pena, de estados de profunda melancolía y soledad eterna.
Sin embargo afirmas no conocer al miedo, ¡pues yo sí!, porque lo he sentido adherido a mi cuerpo para ir helando poco a poco mis venas hasta congelarme el alma y con pánico ilimitado he visto a mi corazón encogerse hasta transformarse en un muñón desgajado y seco.
Pero ya no busco luces blancas, ni escarbo en penas pasadas, ni tengo temblor en el ánimo, ni pienso en la cura para heridas cerradas.
Y sí, me gusta embeberme en las
melodías de jazz
con tu saxo, me resulta hipnótica
la templanza en tu voz junto a ese magistral dominio de la lengua para versionar
cualquier cuento.
Pero yo no soy tu fetiche, no
deseo ser el suero de nadie, ni la musa de tus notas, no puedo verte pisar
cristales rotos aunque los cubras de fina seda, ni quiero ser en tu pensamiento
una constante, ni la sal en tu herida…, te prohíbo terminantemente componer para mí canciones, y no permito que engalanes unos labios que jamás has besado, ni consiento que invadas mi vida para satisfacer con torturas la soledad de la tuya, ni que provoques en mí la ira para gozo de tus pesadumbres, no soporto que desees un cuerpo que nunca te será entregado, ni ames a un corazón que tan siquiera te ha sido presentado.
Ni una sola vez me he regalado, ofrecido o vendido, sólo sé entregarme a quien yo he querido…, y yo ni te quiero, ni te amo, ni te deseo
No te deseo, no te amo y no te
quiero.
De Ana María, para D.
…
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