Mis ojos volvieron a posarse en él. Le vi cerrar los ojos, mientras inhalaba profundamente la humeante aureola que desprendía la escudilla que acababan de depositar en su mesa. Una fundue de tres chocolates, acompañada por trocitos de frutas frescas variadas perfectamente colocadas en un plato helado con forma rectangular.
Aquel hombre comenzó a ensartarlas en un largo y fino pincho plateado, con una delicadeza asombrosa, pulso de cirujano y un juego de muñeca digno del mejor de los trileros, las sumergía en aquella pócima, seguidamente las soplaba de forma inaudible para depositarlas en la boca.
Era un acto cargado de sensualidad. Me encontraba embelesada y atónita, recreándome con aquel mágico ritual, como si el bálsamo más deseable del mundo se hubiera apoderado de mi voluntad. ¡Aunque claro!, siempre he sido un poco felina.
Bienvenida de nuevo a este mundillo de los blogs.
ResponderEliminarMuchas gracias Mirlo, bien hallado.
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ResponderEliminarmadame. me alegro de que esteis bien y escribiendo. Os habia extrañado.
ResponderEliminarmi adorable monsieur. ¡Muacksss!!!!
EliminarAh, los postres... :)
ResponderEliminary eso que no soy muy golosa,jajaja
EliminarUn abrazo